Ciertos dueños de mascotas han tenido la dolorosa experiencia de tener que optar por sacrificar a su gato o perro. Aparte de padecer, es una resolución difícil, por el hecho de que el vínculo entre el hombre y el animal es demasiado fuerte para ser roto de pronto y, lo que es peor, por una elección del dueño. El profesional veterinario tiene el deber de orientar sobre el curso de la enfermedad.

Cuando el pronóstico es desfavorable, esto es, las posibilidades de sanación son mínimas o bien inexistentes, puede sugerir el sacrificio. No obstante, la resolución final es siempre y en todo momento del dueño y este es el enorme problema… ¿debo sacrificar a mi animal o bien no?

En lo posible, la resolución debe dejar a un lado la «pasión» a fin de que podamos ver y examinar la calidad de vida que va a tener el animal. Incluso de esta forma, ese es un análisis bastante subjetivo. En el momento en que un can pierde totalmente la movilidad de las patas traseras, muchos dueños piensan que vivir arrastrándose o bien enganchado a un carro de ruedas, no sea una vida feliz para un animal. Otros consideran un crimen el sacrificio y se disponen a cuidar del cánido, moviéndolo cuando lo necesito, llevándolo para evacuar y mear, o bien proveyendo un «carro de ruedas». Son visiones diferentes y debemos respetar la opinión de cada dueño.

No obstante, debemos tener precaución de que el amor por el animal no se transforme en una obsesión. Y la obsesión lleva al dueño a ser atroz, sin percatarse, sosteniendo al animal a su lado si bien cueste el dolor y el sufrimiento del animal.

Si un día se halla en una situación en la que deba decidir por la vida de su animal, hable con el veterinario y también informe sobre todas y cada una de las posibilidades de tratamiento, tiempo de supervivencia y, sobre todo, la calidad de vida que va a tener el perro. Si tiene alguna duda, consulte a otro profesional hasta el momento en que se sienta seguro de su resolución.

Debemos combatir hasta el final por la vida, darle todas y cada una de las ocasiones. Mas cuando eso no es posible, calmar el sufrimiento asimismo es una forma excelente de amor por el animal.

Se excluye absolutamente de la opción de la eutanasia, razones como la de que el can está viejísimo o bien «da mucho trabajo».

Por ley, el sacrificio o bien la eutanasia no debe ocasionar dolor ni agonía en el animal. Se anestesian y más tarde se administran fármacos que generan paro cardíaco y/o respiratorio. El perro muere dormido. Efectuada por un buen profesional, en la moral, no hay sufrimiento para el animal. Ineludible es el sufrimiento del dueño, mas ese sentimiento pronto se transformará en un enorme alivio por haber librado a su amigo del dolor que pueda padecer.

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